Cómo se escribe ¿Incar o Hincar?
La forma correcta de escritura es hincar, con h. La palabra incar, sin h, no existe en el idioma español por lo que no debes usarla nunca de esa forma. Dado que la letra h es muda, no afecta la pronunciación, pero sí puede traer confusiones al momento de querer escribir ciertas palabras. Veremos el significado de hincar y cuándo usarla correctamente:
Cómo usar hincar
La palabra hincar significa introducir o clavar algo en otra cosa, y es bastante usada en nuestro idioma. Veamos algunos ejemplos del uso de hincar:
- Tuve que hincar este clavo en la madera para que quedase fija.
- Lo que más quería era hincar el diente en esa golosina.
Otro significado de hincar es ‘apoyar algo en otra cosa para clavarlo’, lo cual equivale a fijar o asentar. Ejemplos:
- Debes hincar esta tabla de forma fija para que yo pueda fijarla sobre el piso.
- Ayúdame a hincar este clavo en la pared para martillar sobre el.
Por último, hincarse es sinónimo de arrodillarse. Ejemplos:
- Antiguamente, los caballeros debían hincarse para recibir el título de parte del rey.
- Ella tuvo que hincarse para recoger el papel del suelo.
- En las misas siempre instan a la feligresía a hincarse muchas veces.
Sinónimos de hincar
- Clavar
- Introducir
- Hendir
- Atravesar
- Ensartar
- Empotrar
Cómo se dice hincar en otros idiomas
Cuando estamos hablando de hincar en su sentido de clavar algo, sus traducciones son:
- Cómo se dice hincar en inglés: pound, hammer.
- Cómo se dice hincar en portugués: fincar, cravar.
- Cómo se dice hincar en italiano: piantare
- Cómo se dice hincar en catalán: clavar
- Cómo se dice hincar en francés: planter

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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