Cómo se escribe ¿In fraganti, En fraganti, In fragranti o Infraganti? (ejemplos)
La forma correcta de escribir la expresión es in fraganti (separado) o bien infraganti (todo junto). Sin embargo, escribir infragranti o en fraganti está incorrecto pues ninguna de estas 2 últimas opciones es reconocida por la RAE.
Cómo usar in fraganti (o infraganti)
Infraganti (o in fraganti) es una locución adverbial que equivale a decir «en el mismo momento en que se está cometiendo el delito o realizando una acción censurable». De hecho, in fraganti deriva de la expresión en latín «in fragranti», la cual significa «crimen» o «delito».
Existe una adaptación de infraganti al español, que puede usarse indistintamente junto a la original, y es «en flagrante» o «en fragrante», la cual, según la RAE, significa «en el mismo momento de estarse cometiendo un delito, sin que el autor haya podido huir».
Ejemplos:
- Me pillaron in fraganti/infraganti robando en la tienda.
- Al ladrón lo descubrieron in fraganti/infraganti tratando de esquivar el control policial.
- Al gato lo sorprendieron in fraganti/infraganti destrozando el sofá.
- El marido pilló a su esposa in fraganti/infraganti engañándolo con su amante.
- El empleado fue pillado in fraganti/infraganti intentando entrar al despacho del jefe sin autorización.
Verbos para usar con «infraganti»
La expresión infraganti siempre va precedida de un verbo, y el español nos ofrece varias posibilidades para ello. Te mostramos algunos de los verbos más comunes para ser usados junto a infraganti:
- Agarrar infraganti
- Coger infraganti
- Pillar infraganti
- Sorprender infragant
- Pescar infraganti
- Descubrir infraganti
También debemos notar que la expresión «con las manos en la masa» es equivalente a «infraganti», por lo que cada uno de os verbos anteriores también puede ser usado con ella. Ejemplo: coger con las manos en la masa, agarrar con las manos en la masa, etc.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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