Cómo se escribe ¿Ignoto o Inoto?
Muchas palabras que no se utilizan normalmente en el habla cotidiana, a la hora de escribirlas se cometen errores. A veces no sabemos si incluir la «g» o no en ciertas palabras, quedándonos en la duda en este caso entre ignoto e inoto.
Algunos ejemplos de dudas de escritura interesantes de revisar son vello o bello, barón o varón, deshaucio o desahucio y digresión o disgresión, entre otros.
‘Ignoto‘ es la forma correcta de escribir esta palabra, al ser reconocida por la Real Academia Española (RAE), y su significado es ‘algo no conocido ni descubierto’. Ejemplos:
- Los misterios ignotos aún por descubrir de la ciencia se van disipando con todos los avances que se dan día a día.
- El mundo ignoto de las ciencias ocultas siempre le ha fascinado.
“Inoto” no es una palabra que aparezca en la RAE, por tanto, no está bien escrita. En su lugar debes usar el término ‘ignoto’, que describimos recién.
Sinónimos de ignoto
Te podrá ser útil conocer los principales sinónimos de ignoto, para que enriquezcas tu lenguaje hablado y escrito:
- Inexplorado
- Desconocido
- Ignorado
- Nuevo
Explicaciones ortográficas adicionales
En el caso de ignoto, la escritura forma parte de su herencia del idioma latín, siendo “ignotus” la palabra original que fue evolucionando del latín vulgar hasta lo que hoy se utiliza.
En algunas zonas geográficas sustituyen el “gn” de ignoto bien por una ene doble (“nn”) o simplemente por una “n”. En cualquier caso, ese tipo de pronunciación y/o escritura está considerado como vulgar.
Por desgracia no se puede apoyar en una regla gramatical determinada para acordarse de su escritura, así que debe memorizar la palabra para no volver a caer en la misma equivocación.
En último caso puede optar por utilizar los sinónimos que a continuación le proporcionamos, pues puede que éstos no le lleven a tanta confusión.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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