Cómo se escribe ¿Hueco o Ueco?
La letra «h» es muda, razón por la que al pronunciarla es como si no existiera. Esto puede traer muchos problemas al escribir palabras que contienen la «h» o bien que se piensa que la contiene. Habiendo dicho esto, debemos aclarar que «hueco» es la forma correcta de escritura, mientras que «ueco» no existe en el español.
Ahora que ya sabes la forma correcta de ortografía, te enseñamos cómo utilizarla adecuadamente.
Definición de hueco
Hueco se define como «que tiene vacío el interior»; «que tiene sonido retumbante y profundo»; «espacio vacío en el interior de algo» o «Intervalo de tiempo o lugar», entre otros.
Ejemplos:
- Hoy tengo un hueco en mi agenda; juntémonos a esa hora.
- Esta es una figura hueca pues tiene una cavidad en su interior.
- Esta es una nuez hueca pues no tiene nada dentro.
- Al hablar en esta caverna se produce un sonido hueco.
- Ese martillazo hizo un hueco en la pared.
Por otra parte, «hueco» también se refiere a las palabras, al lenguaje o al estilo que es muy ostentoso pero vacío de contenido:
- Su discurso fue superficial y hueco, razón por la que fue abucheado luego de darlo.
Sinónimos de hueco
Cuando hueco se refiere al «espacio vacío en el interior de algo», sus principales sinónimos son:
- Vacío
- Oquedad
- Agujero
- Hoyo
- Seno
- Interioridad
- Depresión
- Concavidad
- Orificio
Cómo se dice hueco en otros idiomas
Cuando hueco también se refiere al «espacio vacío en el interior de algo», se traduce así:
- Cómo se dice hueco en inglés: hollow
- Cómo se dice hueco en francés: creux, creuse
- Cómo se dice hueco en italiano: vuoto
- Cómo se dice hueco en catalán: buit
- Cómo se dice hueco en portugués: oco

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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