La forma correcta de escribir la palabra es holocausto, mientras que olocausto, sin «h», es una incorrección lingüística que debe evitarse siempre.
La hache es una letra muda por lo que holocausto y olocausto se pronuncian igual, lo que para muchos es causa de confusión al momento de elegir la palabra correcta. Ahora que ya sabes que es holocausto, te mostramos su definición y algunos ejemplos.
Cuándo usar holocausto
Holocausto se define como una gran matanza de seres humanos, pero también se refiere de forma específica a la gran matanza de judíos que tuvo lugar durante la segunda guerra mundial. En este último caso, se acostumbra a usar con mayúscula la primera letra («Holocausto»).
- En Jerusalén existe un museo del Holocausto que rememora las matanzas de judíos en la 2° guerra mundial.
- Han habido múltiples holocaustos en la historia por parte de ejércitos que aniquilaban a pueblos enteros durante sus conquistas.
Por otra parte, holocausto se refiere a un sacrificio religioso, especialmente el que realizaban los judíos cuando incineraban un animal.
- El ritual de los levitas incluía un gran número de sacrificios y holocaustos de animales como expiación por los pecados.
Sinónimos de holocausto
Cuando nos referimos a holocausto como una gran matanza de seres humanos, estos son los sinónimos:
- Matanza
- Genocidio
- Exterminio
- Aniquilación
- Carnicería
Cuando holocausto se refiere al ritual de sacrificios de animales, estos son sus sinónimos:
- Ofrenda
- Sacrificio
- Expiación
- Ritual
- Inmolación
Cómo se dice holocausto en otros idiomas
- Cómo se dice holocausto en inglés: holocausto
- Cómo se dice holocausto en francés: holocauste
- Cómo se dice holocausto en italiano: olocausto
- Cómo se dice holocausto en portugués: holocausto
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.