Cómo se escribe ¿Hey o Ey?
En esta ocasión, ambas palabras son correctas, pudiendo utilizarse tanto «hey» como «ey«, considerándose la forma castellana, esta última y siendo ambas una interjección para reclamar la atención.
En ocasiones en español se heredan anglicismos, adaptando palabras inglesas al idioma, conservando en ocasiones su grafía o cambiándolas por otras.
Hey
Hey! es una interjección que proviene del idioma inglés, por lo que técnicamente es considerada como un anglicismo. Se puede usar hey para distintos motivos, como por ejemplo expresar enojo, molestia, desprecio, saludo o simplemente llamar a alguien que nos está dando la espalda. Ejemplos:
- ¡Hey, a tí te estoy hablando!.
- Hey, amigo. ¡Tanto tiempo sin verte!
- ¡Hey! No debes botar basura en el suelo.
Al ser un anglicismo, su uso sólo está recomendado en expresiones denominativas, ya que el español tiene otras interjecciones que pueden usarse con el mismo propósito.
Ey
La adaptación o castellanización del anglicismo hey a nuestra lengua es ey. Digamos que que es una interjección hermana de ‘ay’, que sirve para expresar dolor o sorpresa. Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), veremos que ‘ey’ no aparece (sí aparece ‘ay’) por lo que técnicamente no podemos recomendarte su uso aunque al ser ampliamente usado, es aceptado:
- Ey, no me pegues tan fuerte.
Si quieres expresar lo mismo, también puedes usar ‘eh‘, que sí es oficialmente reconocida como parte de nuestra lengua:
- ¡Eh, amigo! Por aquí no se puede pasar.
Sinónimos de hey o ey
Al ser una interjección puede intercambiarse por otras palabras tales como:
Oye, hala, hola, eh.
Cómo se dice “hey o ey” en otros idiomas
Atendiendo a cada lengua, pueden darse casos en los que la grafía de la interjección varíe ligeramente:
- Cómo se dice “hey o ey” en inglés: hey
- Cómo se dice “hey o ey” en francés: hey
- Cómo se dice “hey o ey” en portugués: ei
- Cómo se dice “hey o ey” en italiano: hey
- Cómo se dice “hey o ey” en alemán: hey
En este caso, no existe un uso incorrecto de estas palabras, pudiendo usarse indistintamente «hey o ey«.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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