Cómo se escribe ¿Haverte o Haberte?
La forma correcta de escritura es haberte, con «b». Por otra parte, el escribir haverte, con «v», es una incorrección lingüística pues no existe en el español.
Cómo usar haberte
Haberte es una construcción gramatical que se compone del verbo haber + el pronombre reflexivo «te». Pero, ¿qué es un pronombre reflexivo? Los pronombres reflexivos acompañan a los verbos reflexivos para indicar que la acción que el sujeto ejecuta recae además sobre él, concordando siempre con el sujeto.
En nuestra lengua, los verbos reflexivos son verbos transitivos cuya acción recae sobre el mismo sujeto que la realiza, y se conjugan en todas sus formas con un pronombre átonos reflexivo (me, te, se, nos, os), que concuerda en género (masculino o femenino), número (singular, plural) y persona (1ª, 2ª o 3ª persona) con el sujeto.
Ejemplos:
- Disculpa por haberte hecho sentir mal.
- Haberte dado este regalo fue un error.
- Por haberte portado tan bien, te daré un premio.
- Él se entristeció por haberte gritado ese día.
- No pude haberte llamado ese día porque no andaba con mi teléfono.
Cómo son los pronombre átonos reflexivos
En este artículo hemos visto el caso del pronombre átono reflexivo «te», pero este no es el único, pues los hay para pronombre. Veamos cuáles son los pronombres átonos que acompañan a los verbos reflexivos:
- 1° persona singular: me. Ej: Gracias por haberme dicho la verdad.
- 2° persona singular: te. Ej: Por haberte tenido en mi casa, me voy feliz.
- 3° persona singular: se. Ej: Por haberse ido temprano de la clase, ella perdió lo mejor.
- 1° persona plural: nos. Ej: Gracias por habernos esperado.
- 2° persona plural: os. Ej: Por haberos portado tan bien, os merecéis un premio.
- 3° persona plural: se. Ej: Sus invitaciones debieron haberse perdido en el correo.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta