La forma correcta de escritura es hámster, mientras que hánster es una incorrección lingüística que debes evitar en cualquier situación. Por lo tanto, el sustantivo hámster se escribe siempre con tilde en la a y, de hecho, su plural es hámsteres, también conservando la tilde.
El hámster es un redor de pequeño tamaño, semejante al ratón, que se emplea como animal de laboratorio y de compañía.
Debemos aclarar todas las palabras llanas que terminan en «n» o «s» deben llevar tilde. En este caso, hámster lleva acento ortográfico (tilde) por ser una palabra llana (o sea, que tiene el acento prosódico en la penúltima sílaba) acabada en «r».
Otro dato interesante es que el origen del término hámster proviene del germanismo hamster. No es común encontrar germanismos (palabras que provienen del alemán) en nuestro idioma, pero hámster es uno de ellos. Otros ejemplos de germanismos son: chucrut, kindergarten, kuchen, zepelín, etc.
Ejemplos:
- El hámster de color café es el preferido de los niños.
- En esta tienda de mascotas, los hámsteres son los más solicitados.
Otro dato interesante es que se han contabilizado 19 especies diferentes de hámsteres.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.