Cómo se escribe ¿Hábaco o Ábaco?
La forma correcta de escritura es ábaco, mientras que hábaco, con «h», no existe en el español. Algunos incluso escriben habaco, sin tilde, pero esta palabra tampoco existe en el español.
La letras «h» es una letra muda por lo que hábaco y ábaco se pronuncian de la misma forma. Cuando esto sucede, es normal que haya confusión en la correcta ortografía. Ahora que ya sabes la palabra correcta, te mostramos su significado y algunos ejemplos.
Cuándo usar ábaco
El ábaco se define como un instrumento de cálculo consistente en un tablero de madera con alambres horizontales y paralelos, y unas bolas agujereadas que corren a lo largo de éstos, usado para realizar operaciones de aritmética y para contabilizar los tantos obtenidos en algunos juegos como el billar.
Ejemplos:
- El juez iba anotando los tantos de la partida de billar en el ábaco.
- Los niños pueden aprender geometría más fácilmente usando el ábaco.
- En tiempos antiguos, las tiendas usaban ábacos de colores para contar.
En matemáticas, el ábaco se refiere a un gráfico de escalas para abreviar cálculos aritméticos. Es un sinónimo de nomograma. En arquitectura, ábaco se refiere a una plancha o tablero que decora un mueble, un techo y otros objetos. Por otra parte, en minería se trata de una plancha o tablero que decora un mueble, un techo y otros objetos.
Sinónimos de ábaco
Cuando ábaco se refiere al instrumento de cálculo con bolitas para contar, te mostramos sus sinónimos:
- Tanteador
- Contador
- Numerador
- Tablero
- Tabla
Cómo se dice ábaco en otros idiomas
- Cómo se dice ábaco en inglés: abacus
- Cómo se dice ábaco en francés: abaque
- Cómo se dice ábaco en italiano: abaco
- Cómo se dice ábaco en portugués: ábaco
- Cómo se dice ábaco en catalán: àbac

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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