Cómo se escribe ¿Gripa o Gripe?
En el español es muy frecuente que tengamos dudas de escritura en ciertas palabras, al quizás haberlas visto de varias formas diferentes. Hoy analizaremos si escribir gripe o gripa, que provoca confusión en más de alguno y que hace referencia a una famosa infección.
Algunos ejemplos típicos de dudas de escritura en el español son doy o doi, rallado o rayado, coger o cojer y sebo o cebo, entre muchos otros.
La palabra ‘gripa‘ existe en el idioma español, al contrario de lo que muchos pensarían, siendo reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE). Sin embargo, es una forma utilizada sobretodo en Colombia y México, siendo catalogada como inexistente en el resto de los países latinoamericanos. Ejemplos:
- Mi padre se agarró una gripa fuerte.
- Hay un virus de la gripa dando vueltas.
La palabra ‘gripe‘ también es recogida por la RAE por lo que también es correcto su uso, con la salvedad de que se escribe de esta forma en la mayoría de los países hispanoparlantes. La RAE define a gripe como ‘una enfermedad epidémica aguda, que se manifiesta con fiebre y otros síntomas de tipo nasal’. Ejemplos:
- Abrígate o te agarrarás una gripe.
- Tengo fiebre, así que probablemente tenga gripe.
Cómo se dice gripe o gripa en otros idiomas
Te mostramos cómo se traduce gripe o gripa en las principales lenguas europeas:
- Cómo se dice gripe en inglés: flu
- Cómo se dice gripe en portugués: gripe
- Cómo se dice gripe en francés: grippe
- Cómo se dice gripe en italiano: influenza
- Cómo se dice gripe en catalán: grip
¿Cuál es la diferencia entre gripe y gripa? La verdad es que, como vimos, ambas son reconocidas por la RAE como palabras válidas en el español, con la salvedad de que ‘gripa‘ se usa en Colombia y México mientras que ‘gripe‘ se usa en el resto de los países hispanoparlantes.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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