Cómo se escribe ¿Giro o Jiro?
La forma correcta de escritura es giro, con g. Por otra parte, escribir jiro, con j, está incorrecto pues no existe en el idioma español.
Esta confusión puede deberse a que la g y la j suenan igual cuando van seguidas de las vocales e,i. En el idioma hablado esto no presenta problemas, pero sí puede ocasionarlos cuando pasamos a lenguaje escrito.
La palabra giro tiene varios significados, por lo que iremos analizando ellos uno por uno, con sus respectivos ejemplos:
Primeramente, giro se refiere a la acción de girar:
- El bailarín dio 3 giros en el aire antes de caer.
- Observa el giro del trompo.
En segundo lugar, giro se refiere a la dirección que se da a una conversación, a un negocio y sus diferentes fases:
- No me gusta el giro que está tomando esta discusión.
- La política de la empresa dio un giro de 180 grados después del despido del presidente.
En el mundo bancario o bursátil, giro hace referencia al movimiento o traslación de caudales por medio de letras, libranzas, etc:
- Hoy tuve que hacer un giro a nuestro cliente por un tema de desembolso.
- La comisión por cada giro en este banco es de un 2%.
Así también, giro, al tratarse del lenguaje o estilo, indica la estructura de la frase, o manera de estar ordenadas las palabras para expresar un concepto:
- Este libro está plagado de giros coloquiales.
Por último, giro hace referencia al conjunto de operaciones o negocios de una empresa:
- El giro de mi empresa es el comercio de productos metálicos al por mayor.
Cómo se dice giro en otros idiomas
Cuando estamos refiriéndonos a la acción de girar, te mostramos cómo se traduce giro:
- Cómo se dice giro en inglés: turn, spin
- Cómo se dice giro en francés: tour
- Cómo se dice giro en italiano: giro
- Cómo se dice giro en portugués: giro
- Cómo se dice giro en catalán: gir
Sinónimos de giro (acción de girar)
- Viraje
- Rotación
- Vuelta
- Rodamiento
- Rodeo

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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