La forma correcta de escritura es extensión, mientras que «extención» es una incorrección lingüística que debe evitarse.
El sonido de entensión y extención es el mismo por lo que muchos se confunden sobre la ortografía correcta, además del hecho de que hay muchas palabras que terminan tanto en -ción como en -sión. Ahora que ya sabes la respuesta correcta, te mostramos cómo utilizarla correctamente.
Cuándo usar extensión
La forma correcta de escritura es extensión, la cual se define como la acción y efecto de extender o extenderse, pero también puede significar una superficie de terreno.
Ejemplos:
- Despliego el rollo en toda su extensión para poder verlo completo.
- Esta extensión de tierra le pertenecía a mis abuelos.
- Desde aquí se puede ver el valle en toda su extensión.
Extensión también puede referirse a una medida del espacio ocupado por algo.
Ejemplos:
- Este es un informe con una extensión de 120 páginas.
- La extensión de este discurso ha sido excesiva.
Otro significado de «extensión» se refiere a la línea telefónica conectada a una centralita.
- Para hablar con el ingeniero, marque la extensión 12.
Por último, «extensión» se usa para indicar un mechón postizo que se agrega al pelo para alargarlo o hacerlo más voluminoso:
- Me hice una extensión de color azul en la peluquería.
Sinónimos de extensión
Cuando extensión significa la acción y efecto de extenderse, te mostramos sus sinónimos:
- Anchura
- Tamaño
- Cabida
- Superficie
- Área
- Expansión

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.