Cómo se escribe ¿Expulsión o Expulción?
La forma correcta de escritura es expulsión, mientras que el término expulción no existe en español por lo que no debes escribirlo de esa forma. Muchos se confunden sobre la correcta ortografía entre ambas debido a que expulsión y expulción tienen la misma pronunciación, por lo que son llamadas palabras homófonas.
Ahora te mostramos la definición de expulsión y otras informaciones útiles en su uso.
Definición de expulsión
Expulsión se define como la acción y efecto de expulsar, esto es, se refiere al acto de lanzar o arrojar algo o bien de echar a una persona de un lugar.
Ejemplos:
- Se decidió la expulsión del alumno debido a sus contantes maltratos hacia sus compañeros.
- El árbitro aplicó la expulsión del defensor por su fuerte patada.
- El oficial de aduana ordenó la expulsión de ese ciudadano por no tener papeles legales en este país.
- La expulsión de gases por parte de los coches es la principal causa de la contaminación.
Sinónimos de expulsión
- Destitución
- Desalojo
- Exilio
- Despido
- Eliminación
Cómo se dice expulsión en otros idiomas
- Cómo se dice expulsión en inglés: expulsion
- Cómo se dice expulsión en francés: expulsion
- Cómo se dice expulsión en italiano: espulsione
- Cómo se dice expulsión en catalán: expulsió
- Cómo se dice expulsión en portugués: expulsão

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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