Cómo se escribe ¿Exámen o Examen?
Hay veces en que no sabemos si una palabra lleva o no tilde, y en este artículo veremos un caso de esto al analizar si se escribe examen o exámen.
Hay que echar mano de las reglas de acentuación, ya que, la palabras que llevan poseen una penúltima sílaba más fuerte que las demás (en dónde está el acento diacrítico) se denominan llanas. Si además terminan en consonante “n”, como en este caso, no se acentúan.
Exámen
No aparece en la RAE (Real Academia Española) la palabra con tilde, así que es incorrecto escribirla de este modo.
Examen
Esta si es la palabra adecuada, sin tilde, encontrando en la RAE todos estos significados:
- Estudio acerca de las propiedades o hechos que rodean una cosa o suceso. Ejemplo
- Realizaron un extenso examen del accidente.
- Prueba que se realiza a una persona para comprobar sus aptitudes en una carrera, oficio u actividad determinada. Ejemplo:
- El opositor necesita aprobar el examen para pasar a la siguiente prueba.
¿De dónde proviene la palabra «examen»?
La palabra examen procede de la palabra en latín exagmen que se divide en tres elementos:
- el prefijo «ex» cuyo significado indica salida o salir desde el interior hacia el exterior
- la raíz verbal AG- del verbo «ago» que quiere decir conducir o llevar
- y el sufijo MEN que indica la forma o el medio a través del cual se ha llevad a cabo la acción
Sinónimos de examen
Algunos de los sinónimos más habituales de la palabra «examen» son: prueba, ejercicio, concurso, convocatoria, investigación, búsqueda, exploración, análisis, reconocimiento, revisión
Cómo se dice “examen” en otros idiomas
Te mostramos la traducción de examen, en su significa de prueba que se hace para medir las aptitudes:
- Inglés: exam
- Francés: examen
- Portugués: exame
- Italiano: esame
- Alemán: prüfung

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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