Cómo se escribe ¿Espirar o expirar?
Los verbos expirar y espirar se pronuncian de forma parecida pero no tienen el mismo significado: expirar hace referencia al término de la vida o bien de un período de tiempo determinado, mientras que espirar está relacionado con la respiración de un ser vivo.
Cuando usar expirar
Como vimos, expirar hace referencia explícita al hecho de acabar una vida, pero también puede usarse para indicar que un cierto periodo de tiempo ha finalizado o prescrito.
Ejemplos:
- El anciano expiró y dio su último aliento de vida.
- El plazo para ingresar la solicitud va a expirar mañana.
Cómo se dice expirar en otros idiomas
Cuando nos referimos al significado de dar el último aliento o acabar la vida, te mostramos las principales traducciones de expirar:
- Cómo se dice expirar en inglés: pass away, expire
- Cómo se dice expirar en francés: s’éteindre
- Cómo se dice expirar en italiano: spirare
- Cómo se dice expirar en catalán: expirar
- Cómo se dice expirar en portugués: expirar
Cuando usar espirar
La palabra espirar tiene, según la RAE, varios significados aunque el principal es ‘expeler el aire aspirado’ o ‘soltar el aire de los pulmones’.
Ejemplos:
- Se debe inspirar por la nariz para luego espirar por la boca.
- Trata de espirar suavemente el aliento y lograrás calmarte.
Cómo se dice espirar en otros idiomas
- Cómo se dice espirar en inglés: breath out, exhale
- Cómo se dice espirar en francés: expirer
- Cómo se dice espirar en italiano: espirare
- Cómo se dice espirar en catalán: espirar
- Cómo se dice espirar en portugués: exalar
No confundir «inspirar» con espirar o inhalar
Cabe aclarar que cuando estamos en una clase de gimnasia o yoga, las instrucciones correctas para la respiración deben ser primero inspirar (ingresar aire a los pulmones), y luego espirar (soltar el aire de los pulmones).
La palabra inhalar no es un sinónimo necesariamente de inspirar, pues inhalar hace referencia a aspirar, voluntaria o involuntariamente, otro tipo de sustancias, por ejemplo gases tóxicos.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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