Cómo se escribe ¿Esmog o Smog?
Los anglicismos son palabras que tiene un origen en el idioma inglés y que el idioma español ha incorporado en su lenguaje, y son la causa de muchos errores ortográficos pues en algunos casos se incorporan en su palabra anglosajona original y en otros casos se castellanizan. En este artículo veremos un ejemplo de esto al mostrarte cómo se escribe esmog o smog, una palabra muy de moda en las grandes concentraciones urbanas.
Algunos ejemplos de dudas de escritura en relación a cómo escribir anglicismos son puzzle o puzle, sexy o sexi, gays o gais y slogan o eslogan, entre otros.
Si buscamos la palabra ‘smog‘ en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), veremos que no está registrada allí aun cuando esta sea la palabra original en inglés, que se construye a partir de 2 vocablos: smoke (‘humo’) y fog (‘niebla’).
Esto significa que es incorrecto escribirla de este modo por lo que si ves frases como ‘el smog de esta ciudad alcanzó niveles record’ o ‘una nube de smog cubre el conurbano’, entonces ya sabes que no están bien escritas.
Sin embargo, ‘smog’ es la forma correcta de escribir la palabra en portugués, francés o italiano.
Esmog
La forma correcta de escritura es ‘esmog‘, que según la RAE y otros diccionarios se define como ‘niebla mezclada con partículas en suspensión y humo que se forma sobre las grandes ciudades causada por los gases industriales y motores a combustión’. Por lo tanto, la palabra esmog es una versión castellanizada de la anglosajona smog. Ejemplos:
- El esmog de China ha causado una alerta ambiental el día de hoy.
- Desde lo alto del cerro se ve la nube de esmog de la ciudad contaminada.
Algunos sinónimos de esmog son ‘polución’, ‘beclumo’ y ‘contaminación’, y hay 2 tipos: esmog fotoquímico y esmog industrial.
¿Cómo se dice: esmog o smog? Esperamos te haya quedado claro que la forma correcta de escritura en español es ‘esmog’, mientras que en inglés (y los otros idiomas latinos) sería ‘smog’.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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