Cómo se escribe ¿Eructar o Eruptar?
Muchas veces cometemos errores ortográficos al no saber bien cómo escribir una palabra, teniendo casi siempre en la mente 2 opciones muy parecidas entre sí. En este artículo veremos un ejemplo de ello al mostrarte cómo se escribe eructar o eruptar.
Algunos casos de dudas de escritura en relación a palabras similares entre sí son consciente o conciente, escencia o esencia, veniste o viniste y dicípulo o discípulo, entre otros más. Mientras más leas, más probabilidades tendrás de recordar la escritura de estas y otras palabras más.
El verbo ‘eruptar‘, al contrario de lo que muchos piensan, no es reconocido por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), por lo que no forma parte de nuestro idioma. Muchas veces podrás ver frases como ‘pude ver un volcán eruptar lava’ o ‘es de mala educación eruptar en la mesa’ pero debes saber que están incorrectamente escritas.
Más bien, aquí lo que se debiera decir es ‘hacer erupción’, cuando se trata de un volcán.
El verbo ‘eructar‘ es la forma correcta de escritura, y según la RAE y otros diccionarios, eructar se define como ‘expeler por la boca los gases estomacales de manera ruidosa o sonora’. Ejemplos:
- No debes eructar en frente de las perosna, pues es de mala educación.
- Tuvo que eructar silenciosamente pues se sentía hinchado de la barriga.
Cómo se dice eructar en otros idiomas
El verbo eructar se puede traducir de la siguiente forma en otras lenguas, para que mejores tu expresión oral y escrita en ellas:
- Cómo se dice eructar en inglés: burp
- Cómo se dice eructar en francés: éructer, faire un rot
- Cómo se dice eructar en italiano: ruttare
- Cómo se dice eructar en portugués: arrotar
- Cómo se dice eructar en catalán: rotar

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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