El español es un idioma en el cual las palabras tienen asociado un género, a diferencia del inglés. Estos géneros pueden ser masculinos o femeninos, y ya los hemos aprendido en la escuela, sin embargo, hay algunas palabras que nos producen confusión respecto a cuál artículo usar junto a ella. Es el caso que veremos en este artículo, entre escribir el sartén o la sartén.
Algunos ejemplos similares de confusión sobre si usar el artículo masculino o femenino son el área o la área, el agua o la agua, el mar o la mar y el azúcar o la azúcar, entre otros.
La palabra ‘sartén‘, si la buscamos en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) es una palabra de género femenino, por lo que escribir ‘el sartén’ estaría incorrecto y no se recomienda escribirlo o hablarlo de esta forma.
Sin embargo, en varios países latinoamericanos (como Chile, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Cuba, Argentina o ciertas partes de España) se ha popularizado decir ‘el sartén‘ por lo que cada región determinará si una u otra forma es socialmente aceptada, pero si quieres hablar en el español estándar y formal (por ejemplo, al escribir un artículo), entonces la forma correcta sin dudas es ‘la sartén‘.
La forma correcta de escritura, si nos remitimos al español estándar que nos aconseja la RAE, es ‘la sartén‘. Según la RAE, se refiere a un recipiente de cocina de forma circular y de metal, con un mango largo, y que se usa para grillar o freír’. Ejemplos:
- Pásame la sartén.
- Las papas las pasaremos de la sartén directamente al plato.
- ¡Que caliente que está el mango de la sartén!
Cómo se dice sartén en otros idiomas
No sólo es importante saber cómo usar la palabra sartén en español, también puede ser útil saber cómo traducir sartén en otras lenguas:
- Cómo se dice sartén en inglés: frying pan
- Cómo se dice sartén en francés: poêle
- Cómo se dice sartén en portugués: frigideira
- Cómo se dice sartén en italiano: padella
- Cómo se dice sartén en catalán: paella
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.