Cómo se escribe ¿El o Él?
El es un artículo determinado que normalmente va antes de un sustantivo o sintagma nominal. Él, por otra parte, es un pronombre personal en tercera persona que se emplea para referirse a alguien o algo de que se habla.
El es un monosílabo átono, por lo que se escribe sin tilde, mientras que él es una palabra tónica que lleva una tilde diacrítica para poder diferenciarse de el.
Cuando usar el
Como habíamos anticipado, el es un artículo determinado. Normalmente precede a un sustantivo, pero también puede introducir a otros elementos, como un adjetivo o una oración subordinada.
Ejemplos:
- (precediendo a un sustantivo) me gusta como está pintado el cuadro.
- (precediendo a un adjetivo) ese que está allá es el gordo.
- (precediendo a una oración subordinada) agradezco mucho el que hayas podido venir.
Cuando usar él
Él es, por su parte, es el pronombre personal masculino de tercera persona, cuando está en singular e indica a la persona, el animal o la cosa de la cual se habla, por oposición a quien al emisor y destinatario del mensaje. En otras palabras, reemplaza al nombre de la persona u objeto del cual se hace mención.
Ejemplos:
- Él es la persona de la cual te hablé.
- Vamos hacia él; te responderá todas tus preguntas.
- Él es mi marido.
- Hace mucho tiempo que no sé nada de él.
- A mí no me gusta el helado; a él le encanta.
Cómo se dice él en otros idiomas
Cuando estamos hablando de él, el pronombre personal en tercera persona singular, te mostramos cómo se traduce en otras lenguas:
- Cómo se dice él en inglés: he
- Cómo se dice él en francés: il
- Cómo se dice él en italiano: lui
- Cómo se dice él en portugués: ele
- Cómo se dice él en catalán: él, ell

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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