Cómo se escribe ¿El hada o La hada?
En el español existen aun muchas palabras que aún nos generan dudas en relación a su género, quizás por haberlas visto escritas tanto como masculinas como femeninas. En este artículo tocaremos un ejemplo de esta problemática, analizando cómo se dice: la hada o el hada.
Algunos ejemplos similares, en donde no se tiene seguridad del género de las palabras, son el área o la área, el acta o la acta y el calor o la calor y el azúcar o la azúcar, entre muchos otros.
Si buscamos la palabra ‘hada‘ en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), veremos que es un sustantivo femenino, por lo que el artículo que la debiera acompañar en primera instancia sería ‘la’ (la hada).
Sin embargo, hay una regla fonética que dice que los sustantivos femeninos que comienzan con la a o ha tónica (la que lleva el acento en la pronunciación) deberán acompañarse más bien del artículo masculino, no el femenino. Como la primera sílaba de ‘hada’ es tónica, aplicaría esta regla fonética y por lo tanto escribir ‘la hada‘ es incorrecto.
Esta regla tiene algunas excepciones, ya que no se aplica a palabras recientemente incorporadas al español que son sustantivos que se refieren a seres sexuados, y un caso claro de esto es la palabra ‘árbitra‘, que debiera escribirse como ‘la árbitra‘.
Como vimos en el paso anterior, el artículo masculino es el que debiera acompañar a ‘hada‘ por la regla fonética que habíamos explicado. Ejemplos:
- El hada madrina de la Cenicienta.
- Muchas películas infantiles incluyen el hada como un personaje.
Te mostramos algunos sinónimos de hada, que en la mayoría de los casos vienen a significar lo mismo o un concepto muy parecido:
Cómo se dice hada en otros idiomas
La palabra ‘hada‘ se traduce de la siguiente forma en los siguientes idiomas:
- Cómo se dice hada en inglés: fairy
- Cómo se dice hada en portugués: fada
- Cómo se dice hada en italiano: fata
- Cómo se dice hada en francés: fée
- Cómo se dice hada en catalán: fada

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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