Cómo se escribe ¿Ebrio o Hebrio?
Las palabras homófonas son las que se escriben diferente pero se pronuncian igual, y generalmente causan dudas en muchos al no saber cuál es la correcta al escribir. Es el caso que veremos en este artículo, sobre si escribir ebrio o hebrio, donde la ‘h’ muda provoca que ambas tengan el mismo sonido.
Algunos ejemplos similares, en relación a la confusión que provoca el no saber si una palabra va o no con ‘h’, son hipo o ipo, hala o ala, alagar o halagar y enorabuena o enhorabuena, entre otros.
La palabra ‘hebrio‘ no es reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) por lo que no debería escribirse con h.
La forma correcta de escritura es ‘ebrio‘, sin h, y se aplica a ‘alguien que se encuentra embriagado por la bebida o el alcohol’. Ejemplos:
- Juan tomó mucho vino y se volvió ebrio.
- Hay muchos ebrios por la calle en la noche, así que mejor no salir.
Existen varios sinónimos de ebrio, que te presentamos a continuación para que puedas ampliar tu vocabulario:
- Borracho
- Alcoholizado
- Bebido
- Embriagado
- Intoxicado
- Mareado
Cómo se dice ebrio en otros idiomas
Te mostramos cómo se traduce ebrio en las principales lenguas europeas:
- Cómo se dice ebrio en inglés: drunk
- Cómo se dice ebrio en francés: ivre
- Cómo se dice ebrio en portugués: bêbado
- Cómo se dice ebrio en italiano: ubriaco
- Cómo se dice ebrio en catalán: ebri, borratxo

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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