Cómo se escribe ¿Disciplina o Diciplina?
Las consonantes ‘c’ y ‘s’ en español tienen el mismo sonido cuando las pronunciamos si van seguidas de las vocales -e, -i. Esto puede hacernos pasar un mal rato si no tenemos clara la ortografía de las palabras pudiendo cometer algunas faltas ortográficas. En este artículo veremos un caso de esto al mostrarte cómo se escribe disciplina o diciplina.
Algunos casos de dudas de escritura en relación al uso de la ‘c’ por la ‘s’ o viceversa con absceso, abeceso o abseso, discípulo o dicípulo, prescindir o precindir y cesión o sesión, entre otros.
Diciplina
El término ‘diciplina‘ no es reconocido por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) por lo que no forma parte del idioma español. Por lo tanto, escribir frases como: ‘la disciplina del pilates es muy benéfica para la salud’ está incorrecto.
Disciplina
Esta es al forma correcta de escribir la palabra:
- Doctrina o instrucción de una persona, referido especialmente a la moral de ésta.
Ejemplo: Tenía mucha disciplina en cuanto a sus estudios, nunca dejaba de lado una lección para salir con sus amigos. - Arte, facultad o ciencia.
Ejemplo: Paloma poseía conocimientos de varias disciplinas, entre ellas medicina y fisioterapia. - En el plano eclesiástico o militar, seguimiento adecuado de las leyes y ordenamientos de dichas instituciones.
Ejemplo: El soldado, gracias a su disciplina, consiguió aguantar durante varios días y noches sin apenas dormir defendiendo el cuartel.
Para que puedas comunicarte en nuestra lengua con buen vocabulario, pon atención a los sinónimos de disciplina:
- (Enseñanza) Método, doctrina, modo, hábito, forma.
- (Castigo) Azote, obediencia, flagelo, instrucción, correa, tralla, látigo.
- (Asignatura que se enseña) Clase, materia, ramo, cátedra, especialidad, educación.
Explicaciones ortográficas adicionales
Esta es una de las pocas palabras que casi no ha cambiado desde el latín, siendo “disciplina” la original, por lo que se ha ido mantenido la escritura etimológica. Por desgracia no hay una regla determinada, por lo que deberá aprenderse la palabra con mucha paciencia y lecturas varias.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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