La forma correcta de escribir es discernimiento, con «sc». Por otra parte, dicernimiento no existe en el español por lo que escribir de esa forma es caer en un error ortográfico. A veces, algunos incluso intentan escribir, también de forma incorrecta, «disernimiento».
La razón por la que muchos se confunden en escribir entre discernimiento y dicernimiento es que ambas palabras suenan igual, Ahora que ya sabes la palabra correcta correcta, te ayudamos a usarla adecuadamente.
Cuándo usar discernimiento
Discernimiento se define como la acción y efecto de discernir. Este verbo significa: «distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo». Esto es, «discernimiento» se refiere a la facultad para distinguir entre 2 o más cosas.
Ejemplos:
- Para elegir entre el bien y el mal hay que tener desarrollado el discernimiento.
- No es sencillo el discernimiento entre la teoría y la práctica.
- El juez absolvió al inculpado al ver que no tenía discernimiento.
Sinónimos de discernimiento
- Lucidez
- Clarividencia
- Sensatez
- Raciocinio
- Juicio
- Perspicacia
Cómo se dice discernimiento en otros idiomas
- Cómo se dice discernimiento en inglés: judgement
- Cómo se dice discernimiento en francés: discernement
- Cómo se dice discernimiento en italiano: discernimento
- Cómo se dice discernimiento en portugués: discernimento
- Cómo se dice discernimiento en catalán: discerniment
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.