Cómo se escribe ¿De repente o Derrepente?
El uso correcto de la locución adverbial es de repente, o sea, escrito de forma separada. La forma derrepente, todo junto, es incorrecta por lo que nunca se debe escribir así. Muchas veces las locuciones adverbiales nos generan confusión al escribir, pues algunas veces se trata de un solo término y otras veces son 2 palabras separadas.
Veremos entonces cómo usar correctamente de repente en una oración:
Cuándo usar ‘de repente’
La locución adverbial de repente es muy usada, compuesta por la preposición de y por el sustantivo repente, y que básicamente significa ‘súbitamente, sin preparación, sin discurrir o pensar’.
Ejemplos:
- Apareciste de repente y me asustaste.
- De repente empezó a llover y nos mojamos todos.
- De repente me incomoda que pienses así de mí.
En algunos países de Latinoamérica, de repente también puede traducirse por ‘probablemente’ o ‘quizás’:
- ¿Irás a la fiesta? De repente sí.
- De repente me decido y apareceré por tu casa.
- Habla con ella; de repente te dice que sí.
Cómo se dice de repente en otros idiomas
- Cómo se dice ‘de repente’ en inglés: suddenly
- Cómo se dice ‘de repente’ en francés: soudainement
- Cómo se dice ‘de repente’ en portugués: de repente
- Cómo se dice ‘de repente’ en catalán: de sobte
- Cómo se dice ‘de repente’ en italiano: all’improviso
Sinónimos de ‘de repente’
- Improvisadamente
- Repentinamente
- Súbitamente

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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