Cómo se escribe ¿Cónyuge, Conyuje o Cónyugue?
En es español muchas veces nos confundimos sobre la escritura de ciertas palabras que al pronunciarlas no nos produce problemas. El caso que veremos en este artículo es un ejemplo de esta problemática al mostrarte cómo se escribe: cónyugue, cónyuje o cónyuge.
Algunos ejemplos de dudas de escritura típicos que se presentan por el uso de gue y gua son paragüas o paraguas, y verguenza o vergüenza.
La palabra cónyugue, al contrario de lo que muchos piensan, no es reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) por lo que no forma parte del lenguaje español.
Quizás la confusión se debe al hecho de que muchos creen que la pronunciación al ver la palabra ‘cónyugue’ es más fácil que en el caso de ‘cónyuge’, pero eso no significa que ‘cónyugue’ esté correctamente escrita.
Cónyuje
El término cónyuje está incorrectamente escrito por lo que nunca debes escribirlo con j. Por ejemplo, decir «amo a mi cónyuje» es una incorrección lingüística.
La forma correcta de escritura es cónyuge, y es un término que se refiere tanto a la esposa o mujer respecto al marido como al marido respecto a la mujer por lo que puede usarse tanto para referirse a alguien del género masculino como del femenino.
- Puedes abrir una cuenta en este banco si tu cónyuge tiene una.
- Ambos cónyuges deberán firmar este documento para acceder al subsidio habitacional.
La palabra cónyuge tiene los siguientes sinónimos en el español:
- Consorte
- Marido
- Mujer
- Esposo
- Esposa
- Contrayente
Cómo se dice cónyuge en otros idiomas
De manera de que puedas ampliar tu vocabulario internacional, te contamos cómo traducir cónyuge en otras lenguas europeas:
- Cómo se dice cónyuge en inglés: spouse
- Cómo se dice cónyuge en italiano: coniuge
- Cómo se dice cónyuge en portugués: cônjuge
- Cómo se dice cónyuge en francés: conjoint
- Cómo se dice cónyuge en catalán: cònyuge

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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