Cómo se escribe ¿Confesión o Confeción?
La forma correcta de escritura es confesión, mientras que el término «confeción«, con «c», no existe en el idioma español por lo que nunca debes escribirlo de esta forma.
Confesión y confeción son palabras homófonas, pues se pronuncian de la misma forma. Cada vez que esto sucede, muchos se confunden con cómo escribir con correcta ortografía. Ahora que ya saber la palabra correcta, te mostramos cómo utilizarla juiciosamente:
Cuándo usar confesión
El significado principal de confesión es: «Declaración que alguien hace de lo que sabe, espontáneamente, preguntado por otro o bien forzado por alguna situación».
Ejemplos:
- Los militares lograron sacarle la confesión al sospechoso por medio de amenazas y torturas.
- Te tengo que hacer una confesión: «me gustas mucho».
- Ella me hizo una confesión, pero nunca me pidió mi consejo.
- Gracias a la confesión del acusado, el juicio se resolvió de forma expedita.
Por otra parte, «confesión» equivale a un credo religioso o bien a las personas que conforman o profesan una religión o credo.
Ejemplos:
- No pertenezco a ninguna confesión religiosa, porque no me gusta ir a la iglesia.
- Soy de confesión cristiana.
En el catolicismo, «confesión» se refiere al sacramento que consiste en decir los pecados cometidos al confesor para obtener el perdón de los mismos.
- El sacerdote de la parroquia me tomó la confesión el domingo después de misa.
Sinónimos de confesión
- Declaración
- Manifestación
- Testimonio
- Confidencia
- Testificación
Cómo se dice confesión en otros idiomas
Cuando nos referimos a «confesión» como una declaración espontánea o forzada de alguien, te mostramos cómo se traduce:
- Cómo se dice confesión en inglés: confession
- Cómo se dice confesión en francés: confession
- Cómo se dice confesión en italiano: confessione
- Cómo se dice confesión en catalán: confessió
- Cómo se dice confesión en portugués: confissão

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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