Cómo se escribe ¿Comisión o Comición?
La forma correcta de escritura es comisión, con s, ya que el término comición no existe en español. Siendo así, escribirlo de esta última forma es incurrir en un error ortográfico. El sonido de la c y s es similar en español cuando van seguidos de las vocales e,i. Esto implica que muchas personas al momento de escribir ciertas palabras con c y s no tengan seguridad de cómo hacerlo.
Cómo usar comisión
El término comisión tiene varios significados por lo que iremos viendo uno a uno, con ejemplos. Primeramente, comisión significa «acción de cometer». El verbo cometer significa «ceder sus funciones a otra, poniendo a su cargo y cuidado algún negocio»:
- La comisión fue aprobada por el consejo de directores de la empresa.
Comisión también denota una «orden y facultad que alguien da por escrito a otra persona para que ejecute algún encargo o entienda en algún negocio», o bien se refiere a un «encargo que alguien da a otra persona para que haga algo»:
- Mi jefe me entregó una comisión para representarlo en los tribunales.
- La empresa me dio la comisión de convencer a los accionistas del proyecto.
Comisión, por otra parte, también denota un conjunto de personas encargadas por la ley, o por una corporación o autoridad, de ejercer unas determinadas competencias permanentes o entender en algún asunto específico.
- El gobierno nombró una comisión para esclarecer la verdad en la dictadura.
- El Congreso aprobó una comisión para estudiar la nueva ley de pesca.
Por último, comisión se refiere a un porcentaje que percibe un agente sobre el producto de una venta o negocio:
- Por la venta del inmueble me llevé una comisión del 2%.
- Por cada transacción en la bolsa, se debe pagar una comisión.
Cómo se traduce comisión en otros idiomas
- Cómo se dice comisión en Catalán: comissió
- Cómo se dice comisión en Inglés: commission
- Cómo se dice comisión en Francés: commission
- Cómo se dice comisión en Italiano: commissione
- Cómo se dice comisión en Portugués: comissão

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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