La conjunción ‘claro oscuro‘ es reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), pero solo cuando se refiere al contraste producido entre la luz y la sombra en un cuadro o fotografía.
La RAE también reconoce la validez de la palabra ‘claroscuro‘, todo junto. Esta acepción es más completa que ‘claro oscuro’, escrita de forma separada, ya que además de tener también su significado ‘contraste de luz y sombra en una pintura’ añade otros para la escritura de esta forma:
- Rasgos contradictorios de una persona, cosa o situación.
Ejemplo: Su personalidad tiene muchos claroscuros que no logro comprender. - Aspecto que muestra la escritura en la combinación de sus trazos gruesos, finos y medios.
- Dibujo que sólo presenta una tonalidad, entre el blanco y el negro.
Como vimos, ” también se refiere al contraste de la luz y sombra:
- El cine negro incluye un fuerte estilo de claroscuro en su fotografía.
- Los claroscuros en los cuadros de Vermeer.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.