Cómo se escribe ¿Calabaza o Calabasa?
Calabaza y calabasa se pronuncian de la misma forma en los países hispanohablantes de América, razón por la que muchos se confunden sobre la correcta ortografía al escribir. Debemos aclarar entonces que calabaza es la forma correcta, mientras que calabasa es un término que no existe en el español, por lo que nunca debes escribirla con «s».
Ahora que ya sabemos la forma correcta de escritura, te mostramos su definición y otras informaciones más.
Definición de calabaza
La calabaza es una baya de cáscara dura. Es una planta anual de la familia de las cucurbitáceas, con tallos rastreros muy largos y cubiertos de pelo áspero, hojas anchas y lobuladas y flores amarillas, además de ser un fruto de tipo pepónide.
El término «calabaza» es de origen hispánico y se usa de manera genérica para definir a una gran variedad de frutos de las cucurbitáceas, como los calabacines, los zapallos, los zucchinis, los zapallitos, el ayote, el pipián, el auyama y el butternu.
Usos de la calabaza
La calabaza es una baya que puede tener varios usos, dependiendo de qué parte de la fruta usemos. Para la cáscara de calabaza, sus usos son:
- Se puede utilizar con fines ornamentales.
- Para la fabricación de utensilios y artesanías.
- Para la fabricación de instrumentos musicales.
Por otra parte, el contenido del fruto maduro se utiliza en la gastronomía, tanto para la preparación de platos como para la fabricación de bebidas, incluyendo bebidas alcohólicas. Por otra parte, las semillas son comestibles y se utilizan en platos dulces y salados.
Por último, distintas partes del fruto y la planta se utilizan con fines medicinales y cosméticos, como por ejemplo, la producción de jabón.
Cómo se dice calabaza en otros idiomas
- Cómo se dice calabaza en inglés: pumpkin
- Cómo se dice calabaza en francés: courge
- Cómo se dice calabaza en italiano: zucca
- Cómo se dice calabaza en portugués: abóbora
- Cómo se dice calabaza en catalán: carbassa

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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