La forma correcta de escritura es bullying, tal como se escribe en inglés. Por lo tanto, escribir bulling es incorrecto, así como cualquier otra derivación de esta palabra, como bullin o buling.
Bullying se refiere a cualquier tipo de maltrato emocional, físico o verbal producido entre estudiantes por un tiempo prolongado, aunque en el último tiempo también ha abarcado el matonaje en redes sociales, lo cual también es llamado de cyberbullying, o si lo preferimos en español, ciberacoso.
Lo correcto entonces sería escribir:
- El bullying es uno de los temas más preocupantes en la relaciones entre estudiantes.
- Muchos de los suicidios entre jóvenes son a causa de haber sufrido algún tipo de bullying.
- El bullying es una de las principales causas de ausentismo escolar.
Hay que notar, eso sí, que bullying es una palabra del idioma inglés que no está incorporada al idioma español, pues no aparece en el diccionario de la RAE. Siendo así, la Academia recomienda sustituirla por algún término en español, como acoso escolar o matonaje/matonismo. Los ejemplos antes mostrados quedarían entonces así:
- El acoso escolar es uno de los temas más preocupantes en la relaciones entre estudiantes.
- Muchos de los suicidios entre jóvenes son a causa de haber sufrido algún tipo de matonaje/matonismo.
- El acoso escolar es una de las principales causas de ausentismo escolar.
Tipos de bullying
- Bloqueo social: busca producir marginación o aislamiento social en la víctima.
- Coacción: busca forzar conductas en la víctima ajenas a su voluntad.
- Intimidación: busca inducir el miedo en la víctima de forma de amedrentarlo o apocarlo emocionalmente.
- Amenaza a la integridad: busca infundir miedo mediante la posibilidad de agredir físicamente a la víctima o su familia.
- Manipulación social: busca presentar una imagen negativa y distorsionada sobre la víctima ante el resto.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.