Cómo se escribe ¿Banal o Vanal?【RESPUESTA FÁCIL Y RÁPIDA】
En el español, al pronunciar la ‘b’ y la ‘v’ a veces no se nota la diferencia entre ambas pues tienen un sonido similar, aunque no igual. En este artículo analizaremos una duda surgida a partida del uso de estas letras, al ver si escribir banal o vanal. Otros ejemplos de dudas similares en el uso de las letras ‘b’ y ‘v’ son «vaso o baso», «daba o dava», «tuve o tube» y «polvo o polbo», entre otras.
“Vanal” no existe en la Real Academia Española (RAE) por lo que no forma parte del idioma español. Por lo tanto, si ves frases como ‘un pensamiento o idea vanal’ o ‘una actitud vanal que es repudiable’, deberás tener en cuenta que están mal escritas.
Banal es la palabra correcta, siendo reconocida por la RAE, y corresponde a ‘algo común’, pero también puede significar ‘algo trivial o de poca importancia’. Ejemplos:
- Fue una intervención banal y sin sentido de parte del político
- Cuando nos juntamos con amigos, solo hablamos cosas banales
- Es un asunto banal, no debiéramos darle mayor atención
¿De dónde proviene la palabra «banal»?
La palabra banal tiene su origen en la palabra francesa «banal» que ya en el siglo XIII se usaba para hacer referencia a aquello que pertenecía al señor feudal. Hoy día el significado ha derivado en algo insustancial y sin interés.
Te mostramos los sinónimos de banal, según su significado, para que puedas ampliar tu vocabulario:
- (Algo trivial) Fútil, superficial, vano, intrascendente, frívolo, insustancial.
- (Algo común) Ordinario, vulgar, corriente, común.
¿Cómo se escribe banal en otros idiomas
Para que puedas expresarte mejor cuando viajes, te mostramos cómo se traduce banal en otros idiomas, en su significado de algo trivial:
- Inglés: trivial, banal
- Francés: banal
- Italiano: banale
- Portugués: banal, trivial
- Alemán: gewöhnlich

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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