Cómo se escribe ¿Balleta o Bayeta?

Las palabras que se escriben «y» y «ll» suelen ocasionar problemas a la hora de escribirlas, ya que en castellano tienen un sonido prácticamente idéntico. El ejemplo entre «balleta y bayeta» es uno más a tener en cuenta, aunque en castellano podemos encontrar ejemplos similares como «yenas o llenas» o «yaga y llaga«.
Así pues, aunque en castellano no se diferencie casi nunca entre «ll» e «y» en el habla, hay que prestar atención a las grafías, como en esta caso.
Balleta
Como se explicó antes, no es la forma correcta ya que no aparece en la RAE. Siendo así, no debes escribirla nunca con doble l.
Bayeta
Esta sí es la manera adecuada de escribirla, cuyos significados son los siguientes:
- Tela de lana, muy fina y densa.
- Ejemplo: Llevaba un modelo de bayeta azul muy original.
- Paño utilizado para limpiar superficies.
- Ejemplo: Pásale la bayeta María, ¿No ves cómo de sucio está el suelo?
¿Cuál es el origen de la palabra «bayeta»?
La palabra en castellano «bayeta» proviene de la palabra en francés antiguo baiette cuyo significado es «pardo, castaño» probablemente haciendo referencia a algún tipo de paño amarillento.
Sinónimos de bayeta
Amplía tu vocabulario con estos sinónimos: trapo, paño gamuza
Cómo se dice bayeta en otros idiomas
Suena más cultivado perfeccionando tu dominio en las lenguas con estas traducciones de la palabra:
- Inglés: cleaning cloth
- Francés: éponge
- Portugués: pano/flanela
- Italiano: straccio
- Alemán: putzulumpen

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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