Cómo se escribe ¿Azaroso o Asaroso?
Azaroso y asaroso se pronuncian de la misma forma en los países hispanohablantes de América, razón por la que muchos se confunden sobre la correcta ortografía al escribir. Debemos aclarar entonces que azaroso es la forma correcta, mientras que asaroso es un término que no existe en el español, por lo que nunca debes escribirla de esa forma.
Ahora que ya conocemos la forma correcta de escritura, te mostramos su definición y otras informaciones más.
Definición de azaroso
Azaroso se define como que tiene en sí azar o desgracia.
Ejemplos:
- Este ha sido por el lejos el viaje más azaroso de mi vida, pues me pasaron todas las desgracias imaginables.
- Su vida ha sido azarosa, llena de vaivenes y sorpresas.
- La barca realizó un viaje azaroso por el río en la jungla.
- El nombre de esta empresa no es azaroso: es la combinación de los nombres de mis abuelos paternos.
- El tiempo ha estado azaroso este mes; algunos días llueve y algunos días hace calor.
Sinónimos de azaroso
- Aleatorio
- Peligroso
- Fortuito
- Casual
- Imprevisible
- Incierto
- Apresurado
- Arriesgado
- Inseguro
Cómo se dice azaroso en otros idiomas
- Cómo se dice azaroso en inglés: eventful, hazardous
- Cómo se dice azaroso en francés: hasardeux
- Cómo se dice azaroso en italiano: imprevedibile, inaffidabile
- Cómo se dice azaroso en portugués: imprevisível
- Cómo se dice azaroso en catalán: atzarós

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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