En el lenguaje oral es bastante normal realizar pausas o comerse palabras, sobre todo en ambientes informales, por ello necesitarás prestar especial atención a la grafía de palabras como esta. La forma adecuada de escribir esta palabra es «aunque«, una conjunción utilizada para unir frases o expresar algún contratiempo.
Otros ejemplos de palabras homófonas (que suenan igual pero se escriben diferente) son «asimismo o así mismo», «deprisa o de prisa», «apenas o a penas» y «talvez o tal vez», entre otros.
Aun que
Por separado son dos palabras que nada tienen que ver con la conjunción que se quiere utilizar, no apareciendo en la RAE (Real Academia Española). Siendo así, escribir ‘aun que’ es una incorrección lingüística.
Aunque
Has encontrado la forma correcta de esta palabra, como así lo acredita la RAE, que alberga en su interior estas definiciones:
Conjunción que se utiliza para contraponer uno y otro concepto. Ejemplos:
- Creo que falta poco para llegar, aunque no estoy del todo seguro.
- Puedes llamarla, aunque no creo que conteste.
Expresa un impedimento que no permite cumplir lo que se describe en el enunciado. Ejemplos:
- Aunque estoy enfermo, procuraré llegar puntual al trabajo.
- Aunque insistas, no iré.
¿De dónde proviene la palabra «aunque»?
El término «aunque» proviene del latín «adhuc» que quiere decir «aun» y del pronombre relativo, exclamativo y conjunción «que», del latín «quid».
Sinónimos de aunque
Observa bien estos sinónimos de la palabra aunque, que puedes utilizar sin alterar el significado:
- Aun
- Mas
- Pero
- Bien que
- Si bien
- No obstante
- Sin embargo
- Pese a que
Cómo se dice “aunque” en otros idiomas
Al ser una conjunción, saberla en otras lenguas es muy importante. Aquí te dejamos cómo se dice «aunque» en otros idiomas:
- Cómo se dice aunque en Inglés: although, even though
- Cómo se dice aunque en Francés: bien que
- Cómo se dice aunque en Portugués: ainda que
- Cómo se dice aunque en Italiano: anche se
- Cómo se dice aunque en Alemán: obgleich
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.