La forma correcta de escritura es apostasía. Por otra parte, apostacía no existe en el español por lo que escribirla con «c» es caer en un error ortográfico.
La razón de que haya confusión en la escritura entre apostasía y apostacía radica en el hecho de que ambas son palabras homófonas, esto es, que se pronuncian igual. Ahora que ya está claro que «apostasía» es la palabra correcta, te mostramos cómo usarla de buena forma.
Etimología de «apostasía»
El término apostasía viene del término griego apostasia («ἀποστασία») que significa ‘salida’, ‘defección‘, ‘revuelta’ o ‘rebelión’.
Cuándo usar apostasía
Apostasía se define como la acción y efecto de apostatar, que a su vez significa abandonar públicamente su religión o un partido, o bien cambiar de doctrina, creencia u opinión.
Ejemplos:
- El religioso renegó de su religión y, según su iglesia, cometió el pecado de la apostasía.
- Cuando hay persecución religiosa, muchos no pueden evitar caer en apostasía.
- El sacerdote le recordó a los fieles que el castigo por la apostasía era la excomulgación.
Sinónimos de apostasía
- Abjuración
- Deserción
- Deslealtad
- Renuncia
- Retractación
- Traición
- Abandono
- Repudio
Cómo se dice apostasía en otros idiomas
Mejora tu vocabulario en otras lenguas con estas traducciones de apostasía:
- Cómo se dice apostasía en inglés: apostasy
- Cómo se dice apostasía en francés: apostasie
- Cómo se dice apostasía en italiano: apostasia
- Cómo se dice apostasía en portugués: apostasia
- Cómo se dice apostasía en catalán: apostasia
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.