Cómo se escribe ¿Amenazar o Amenasar?
La forma correcta de escritura es amenazar, mientras que, por otra parte, el término «amenasar» no existe en el español por lo que no debe escribirse con «s». Dado que la pronunciación de amenazar y amenasar es básicamente la misma en gran parte del mundo hispanohablante, esto dificulta la correcta ortografía a la hora de escribir para muchas personas. Ahora que ya está clara la palabra correcta, te enseñamos cómo utilizarla adecuadamente.
Cuándo usar amenazar
Amenazar significa dar a entender con actos o palabras que se quiere hacer algún mal a alguien.
Ejemplos:
- No me vengas a amenazar, pues si lo haces, ¡te rompo la cara!
- El es un matón que le gusta amedrentar y amenazar a sus víctimas.
Por otra parte, amenazar también significa que algo dañino se presente como inminente para alguien o algo.
Ejemplos:
- Esta crisis económica sin duda va a amenazar la confianza en el gobierno.
- La tormenta que se viene va a amenazar la integridad de las casas de madera en el pueblo.
Sinónimos de amenazar
Según el contexto que se tenga, te mostramos los diferentes sinónimos que puede tener el verbo amenazar:
- Desafiar
- Intimidar
- Provocar
- Retar
- Amonestar
- Advertir
Cómo se dice amenazar en otros idiomas
- Cómo se dice amenazar en inglés: threaten
- Cómo se dice amenazar en francés: menacer
- Cómo se dice amenazar en italiano: minacciare
- Cómo se dice amenazar en catalán: amenaçar
- Cómo se dice amenazar en portugués: ameaçar

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta