Cómo se escribe ¿Agusto o A gusto?
Es habitual que surja la duda acerca de cómo se debe escribir «a gusto» o «agusto». La respuesta correcta es “a gusto”, una loción adverbial utilizada para expresar el sentimiento de comodidad.
En el lenguaje oral es muy común juntar palabras por pereza, sin embargo, a la hora de escribir, se deben respetar unas pautas gramaticales, como en este caso.
Agusto
No está bien escrito, al no registrarse en la RAE (Real Academia Española), por lo tanto nunca debes escribirla como un solo término.
A gusto
A gusto es la forma correcta de escritura, con una separación y es una expresión utilizada para referirse al agrado o conveniencia de una persona ante una situación o lugar. Ejemplos:
- Estaba a gusto en aquella habitación; era muy cómoda.
- ¿Te encuentras a gusto con tu nueva casa?
¿De dónde proviene la palabra «a gusto»?
La palabra a gusto viene del latín «gustus» con el mismo significado tal y como lo encontramos hoy día.
Sinónimos de ‘a gusto’
En caso de que prefieras utilizar otras palabras, opta por uno de estos sinónimos: agradado, contento, cómodo, confortable, satisfecho, a voluntad, a placer, a capricho
Cómo se dice “a gusto” en otros idiomas
Al ser una expresión del idioma español, a veces es difícil de entender en otras lenguas, por eso te dejamos unas traducciones:
- Inglés: satisfaced
- Francés: à l’aise
- Portugués: a gosto
- Italiano: a suo agio
- Alemán: an der Mühelosigkeit
Finalmente, ten en mente que “agusto” no es una palabra que debas usar en tus escritos.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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