Cómo se escribe ¿Afuera o Fuera?
El español está lleno de adverbios, y muchos de ellos son ampliamente usados en nuestro diario lenguaje. Ahora bien, muchas veces al hablarlos algunos errores pueden pasar desapercibidos pero al intentar escribirlos es cuando se nos presenta el real desafío de tener mayor claridad sobre cuál es la forma correcta.
El artículo de hoy responde a esta problemática, al analizar si escribir afuera o fuera, dos palabras que se escriben casi igual pero que tienen sus diferencias, las cuales es bueno conocer para evitar errores ortográficos.
Algunos ejemplos de dudas de escritura de adverbios son encima o ensima, harto o arto y acaso o a caso, entre otros. Te mostramos cómo se escribe: afuera o fuera.
‘Fuera‘ es un adverbio de lugar, cuyo significado es ‘en la parte exterior’ o ‘a la parte exterior’, siendo usado junto a verbos de estado o de movimiento, por lo que viene precedido de las preposiciones de, desde, para, por y hacia (nunca la preposición ‘a’).
- Vete fuera del coche.
- El gato estaba fuera de la casa.
- Se cerraron las puertas y nos quedamos en la parte de fuera.
Cuando agregamos la preposición ‘de’ antes de la palabra, se transforma en una locución adverbial que denota a ‘algo o alguien que viene de un lugar lejano al que nos encontramos’.
- Juan viene defuera (del exterior), no vive aquí.
‘Afuera‘ es un adverbio de lugar reconocido por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), pero cuyo significado exacto es ‘algo que se encuentra fuera del lugar donde se está’. En España tiende a usarse sólo junto a verbos de movimiento, pero en América Latina se usa junto a verbos de movimiento y de estado. Ejemplos:
- Mejor salgamos afuera (hacia el exterior); aquí dentro está muy caliente.
- Se me ha quedado el coche afuera (en el exterior)
- El ruido viene de afuera (desde el exterior)

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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