Las palabras homófonas son las que se escriben diferente aunque tengan igual pronunciación, y es el caso que veremos en el artículo sobre si escribir acoger o acojer. El sonido de la ‘j’ y la ‘g’ son similares cuando van seguidas de las vocales e,i. Es por esto que muchas palabras que tienen alguna de estas letras generan dudas en la escritura, y algunos ejemplos que ilustran esta confusión son recoger o recojer, targeta o tarjeta, dige o dije y proteger o protejer, entre muchos otros.
Acojer
El verbo ‘acojer‘ no existe en el español al no ser reconocido por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), por lo que no debes escribirlo con j.
Acoger
La forma correcta de escritura del verbo es ‘acoger‘, con g, y hace referencia al ‘acto de recibir a alguien en la casa de uno’, o bien ‘dar amparo a algún necesitado’. Ejemplos:
- Mañana vamos a acoger varias visitas en nuestra casa así que estamos limpiando todo.
- Es un deber de nuestro país acoger los inmigrantes y darles un espacio en la sociedad.
- Esta es una institución que acoge a huérfanos.
El verbo ‘acoger‘ también tiene otros significados:
- Ampararse ante una ley o norma para beneficio propio.
Ejemplo: Los jubilados se van a acoger a la nueva ley de pensiones. - Aceptar o recibir con agrado.
Ejemplo: Vamos a acoger sus peticiones en la empresa.
Cómo se conjuga el verbo acoger
El verbo ‘acoger’, como todos los terminados en -ger, puede suscitar dudas en más de alguno al querer escribir su conjugación. Es por esto que te mostramos cómo conjugar el presente de indicativo del verbo acoger:
- Yo acojo
- Tú acoges
- Él, ella, ud. acoge
- Nosotrs acogemos
- Vosotros acogéis
- Ellos acogen
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.