Cómo se escribe ¿Aboyado o Abollado?
Es normal que muchas veces confundamos el uso de la ‘ll’ por la ‘y’ ya que ambas grafías suenan igual en el español, lo que provoca problemas al escribir ciertas palabras que contienen una o ambas de estas grafías. En este artículo abordaremos un caso particular dentro de esta problemática al mostrarte cómo se escribe aboyado o abollado.
Algunos ejemplos de dudas de escritura en relación al uso de la ‘ll’ por la ‘y’ y viceversa son yenas o llenas o haya o halla
Aboyado
Si buscamos la palabra aboyado en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) encontraremos que existe en el español, sin embargo, sólo como un adjetivo en desuso que significa ‘terreno destinado al mantenimiento del ganado vacuno’. Sin embargo, si lo que tenías en mente era calificar a algo que tiene abolladuras, esta forma de escritura es incorrecta.
Abollado
La palabra ‘abollado‘ es reconocida por la RAE y correspondería al participio del verbo abollar, el cual hace referencia a ‘hacer una abolladura en una superficie’, normalmente en un vehículo que es chocado por otro. Ejemplos:
- Mi coche quedó abollado por el choque.
- Una mesa abollada por el mal trato con los años.
- Un piso abollado al haber sufrido grandes golpes de cosas pesadas.
- Una lata abollada al ser pisada.
La RAE también define a abollado como ‘adorno de bollos en los metales y vestidos’.
De dónde proviene la palabra «abollado»
La palabra en castellano «abollado» proviene de la palabra en latín bolla cuyo significado es «burbuja, bola de aire».
Sinónimos de abollado
Para que comprendas mejor el significado de abollado, te mostramos sus principales sinónimos: aplastado, deformado, chafado, hundido, machacado, golpeado
Cómo se dice «abollado» en otros idiomas
- Italiano: ammaccato
- Portugués: dentado
- Inglés: dented
- Francés: cabossé
- Alemán: verbeult

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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