Cómo se escribe ¿A punto o Apunto?
A punto es una locución adverbial que significa, entre otras cosas, «a tiempo» u «oportunamente». Por otra parte, a punto no existe como una locución o expresión sino que como una conjugación del verbo apuntar.
Cómo usar a punto
Como dijimos, a punto es una locución adverbial, que equivale a decir «oportunamente» o «a tiempo», pero también puede significar «con la prevención y disposición necesarias para que algo pueda servir al fin a que se destina».
Ejemplos:
- Me siento a punto para la carrera; no me pude haber preparado mejor.
- La comida está a punto para ser servida.
- Este es un comentario que viene a punto para nuestra discusión.
A punto de
También podemos usar la forma «a punto de», o sea, agregando la preposición de, en cuyo caso se transforma en una locución preposicional, que expresa la proximidad de la acción indicada por el verbo en infinitivo al cual precede.
- Estoy a punto de terminar la tarea.
- El juego de fútbol está a punto de comenzar.
Cómo usar apunto
Apunto no es una expresión sino que se trata de una conjugación del verbo apuntar. Más concretamente, se refiere a la primera persona en singular (yo) del presente de indicativo. El verbo apuntar significa señalar hacia un objeto determinado; señalar o tomar nota de algo en un escrito; inscribir a alguien un registro o asestar un arma sobre un punto o persona.
Ejemplos:
- En clases siempre apunto la materia en un cuadernillo.
- Con este rifle apunto al objetivo sin problemas.
- Cuando estoy con más personas no apunto nunca con mi dedo hacia alguien.
Sinónimos de apuntar
Cuando nos referimos a tomar nota de algo por escrito, estos son los sinónimos de apuntar:
- Escribir
- Notar
- Registrar
- Puntear
- Subrayar
Vea también: apenas o a penas.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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