El número 920 se escribe en letras de la siguiente forma Novecientos veinte.
Esto es, si se necesita saber de qué forma se debe redactar 920 en letras, ya sea pues se precisa saber como se lee de forma correcta o de qué forma debe ser transcrito de manera correcta se deberá tener en cuenta que la manera adecuada de «convertir» el 920 en letras sería Novecientos veinte.
¿En qué momento se usa la escritura de los números en letras?
El uso del 920 en formato de texto dependerá de la tipología del contenido:
- En los textos que sean de carácter científico o técnico, se recomienda el uso de cifras por el hecho de que es mas claro y conciso, por poner un ejemplo el 920.
- En los textos literarios, las reglas ortográficas recomiendan usar letras, en un caso así «Novecientos veinte», para aquellas cantidades con un valor igual o inferior a 100, los números que se escriben con una sola palabra y los números redondos que se expresen en dos palabras
Se debe tomar en consideración que estas son recomendaciones de escritura, no obstante, lo esencial es que exista una homogeneidad en la forma en la que se redacte un texto con las distintas cifras que se vayan a emplear.
¿Existe otra forma de escribir el número 920 en letras?
No, la única forma correcta de escritura de este número impar será Novecientos veinte. Esto es, no existen varias formas de transcribir o pronunciar esta cifra.
Sin embargo, a veces puede malinterpretarse la pregunta de «¿De qué forma redactar el número 920 en letras?» dando por defecto como contestación la forma en la qué se debe redactar el número utilizando las letras, y verdaderamente lo que se desee conocer es la manera en la qué escribe el 920 en nomenclatura romana.
Al redactar un valor usando números romanos se hace uso de letras. En consecuencia, en un caso así para escribe en nomenclatura romana el 920 se deberá utilizar el símbolo o símbolos DCXXIII, ya que esta combinación de caracteres equivalen a Novecientos veinte en numerología romana.
Trucos para saber como se escribe el número 920 en letras:
Los números cardinales:
Cuando escribimos una obra literaria o un texto no técnico, la R.A.E. nos recomienda que escribamos los números cardinales con letras, a no ser que se trate de un número muy complejo. O sea, se van a escribir con letras aquellos números que puedan expresarse en tres palabras o menos:
María tiene cuarenta años, ha escrito cuatro novelas y es maestra. En su clase hay treinta y tres pupilos, a los que les ha dicho un millón de veces que deben portarse bien.
Por otro lado, cuando el número a escribir es más largo o complejo, se va a escribir con cifras:
María vive en un pueblo de 25 957 habitantes y cobra 1859 euros al mes.
OJO: no sé si os habéis fijado, pero los números del último ejemplo no llevan un punto o una coma apartando los millares (25.957 o 1.859). Sé que resulta extraño, mas la nueva normativa de la R.A.E. dice que los números de 4 cifras NO van a llevar separación (1859) y los números de cinco cifras o más NO llevarán ni puntos ni comas, sino una separación (veinticinco 957 o 1 343 trescientos noventa y dos).
Siempre con cifras:
Hay algunos casos en los que hay siempre que escribir en cifra y no en letra, como el caso de los porcentajes superiores a diez:
El seis por ciento de los niños no ha traído los deberes.
Otra excepción que se escribe siempre y en toda circunstancia con una cifra es la de los números que van tras el sustantivo al que se refieren:
María va por la página 3 del libro y duerme en la habitación 130 del hotel.
El 94 por ciento de los pequeños ha traído los deberes hechos.
Los porcentajes menores pueden escribirse con letras o con números, conforme prefiera el escritor, siendo siempre y en toda circunstancia más recomenrable para una novela la escritura en letras:
Mezcla de cifras y letras:
La R.A.E. nos recomienda que, por lo menos en la escritura de ficción (novela, relato, etc.), intentemos NO entremezclar en un mismo enunciado cifras por un lado y números escritos con letra por otro. Esto es, que si tenemos en exactamente el mismo párrafo o en dos párrafos próximos un número sencillo y otro complejo, es mejor escribirlo todo con números:
María tiene 40 años, ha escrito 4 novelas y cobra 1859 euros al mes.
Los ordinales:
Finalmente, me agradaría hacer mención a los ordinales, que en una obra literaria se escribirán siempre y en todo momento con letras:
María vive en un primer piso y está escribiendo su quinta novela.
Las horas:
En textos literarios, es mejor que procuremos redactar siempre y en toda circunstancia la hora con letras:
María salió del trabajo a las cinco menos diez por el hecho de que había q\\uedado con Pedro a las cinco y cuarto.
Las fechas:
Lo normal, aun para obras literarias, es escribirlas con cifras de la próxima manera:
“María nació el 21 de Septiembre de 1985.
OJO: el año va sin punto de separación, como vimos antes que se hacía para la representación de los números de cuatro cifras.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.