El número 331 escrito en letras es Trescientos treinta y uno.
Es decir, si se necesita saber de qué forma se debe escribir 331 en letras, ya sea por el hecho de que se necesita saber como se lee correctamente o de qué manera debe ser transcrito con corrección se va a deber tener en cuenta que la manera adecuada de «convertir» el 331 en letras sería Trescientos treinta y uno.
¿En qué momento se usa la escritura de los números en letras?
El uso del 331 en formato de texto va a depender de la tipología del contenido:
- En los textos que sean de carácter científico o técnico, se aconseja el uso de cifras porque es mas claro y sucinto, por ejemplo el 331.
- En los textos literarios, las reglas ortográficas recomiendan usar letras, en este caso «Trescientos treinta y uno», para aquellas cifras con un valor igual o inferior a 100, los números que se escriben con una sola palabra y los números redondos que se expresen en dos palabras
Se debe tener en cuenta que estas son recomendaciones de escritura, no obstante, lo importante es que exista una homogeneidad en la forma en la que se redacte un texto con las diferentes cifras que se vayan a usar.
¿Hay otra forma de redactar el número 331 en letras?
No, la única forma adecuada de escritura de este número impar será Trescientos treinta y uno. Es decir, no existen múltiples formas de transcribir o pronunciar esta cantidad.
Sin embargo, en ocasiones puede tergiversarse el interrogante de «¿De qué manera redactar el número 331 en letras?» dando por defecto como contestación la forma en la qué se debe escribir el número utilizando las letras, y realmente lo que se desee conocer es la forma en la qué escribe el 331 en nomenclatura romana.
Al redactar un valor utilizando números romanos se utiliza letras. Por lo tanto, en un caso así para escribe en nomenclatura romana el 331 se va a deber utilizar el símbolo o símbolos DCXXIII, ya que esta combinación de caracteres equivalen a Trescientos treinta y uno en numerología romana.
Trucos para saber como escribir el número 331 en letras
Los números cardinales:
Cuando escribimos una obra literaria o un texto no técnico, la R.A.E. nos recomienda que escribamos los números cardinales con letras, a no ser que se trate de un número muy complejo. Es decir, se van a escribir con letras aquellos números que puedan expresarse en 3 palabras o menos:
María tiene cuarenta años, ha escrito cuatro novelas y es profesora. En su clase hay treinta y tres alumnos, a los que les ha dicho un millón de veces que deben portarse bien.
Por otro lado, cuando el número a escribir es más largo o complejo, se escribirá con cifras:
María vive en un pueblo de 25 957 habitantes y cobra 1859 euros al mes.
OJO: no sé si os habéis fijado, pero los números del último ejemplo no llevan un punto o una coma apartando los millares (veinticinco.957 o mil ochocientos cincuenta y nueve). Sé que resulta extraño, mas la nueva normativa de la R.A.E. afirma que los números de cuatro cifras NO van a llevar separación (mil ochocientos cincuenta y nueve) y los números de cinco cifras o más NO llevarán ni puntos ni comas, sino una separación (veinticinco novecientos cincuenta y siete o 1 trescientos cuarenta y tres 392).
Siempre con cifras:
Existen algunos casos en los que siempre hay que redactar en cifra y no en letra, como el caso de los porcentajes superiores a diez:
El seis por ciento de los niños no ha traído los deberes.
Otra excepción que se escribe siempre y en todo momento con una cifra es la de los números que van después del substantivo al que se refieren:
María va por la página 3 del libro y duerme en la habitación 130 del hotel.
El 94 por ciento de los pequeños ha traído los deberes hechos.
Los porcentajes menores pueden escribirse con letras o con números, conforme prefiera el escritor, siendo siempre y en toda circunstancia más recomenrable para una novela la escritura en letras:
Mezcla de cifras y letras:
La R.A.E. nos aconseja que, por lo menos en la escritura de ficción (novela, relato, etc.), intentemos NO entremezclar en un mismo enunciado cifras por una parte y números escritos con letra por otro. Esto es, que si tenemos en exactamente el mismo parágrafo o en dos parágrafos próximos un número fácil y otro complejo, es mejor escribirlo todo con números:
María tiene 40 años, ha escrito 4 novelas y cobra 1859 euros al mes.
Los ordinales:
Para finalizar, me gustaría hacer mención a los ordinales, que en una obra literaria se escribirán siempre con letras:
María vive en un primer piso y escribe su quinta novela.
Las horas:
En textos literarios, es mejor que intentemos redactar siempre la hora con letras:
María salió del trabajo a las cinco menos diez por el hecho de que había q\\uedado con Pedro a las cinco y cuarto.
Las fechas:
Lo normal, incluso para obras literarias, es escribirlas con cifras de la siguiente manera:
“María nació el 21 de Septiembre de 1985.
OJO: el año va sin punto de separación, como vimos antes que se hacía para la representación de los números de cuatro cifras.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.