El número 252 escrito en letras es Doscientos cincuenta y dos.
Esto es, si se necesita saber de qué forma se debe redactar 252 en letras, ya sea pues se precisa saber como se lee correctamente o de qué manera debe ser transcrito de manera correcta se deberá tener en consideración que la forma adecuada de «convertir» el 252 en letras sería Doscientos cincuenta y dos.
¿Cuándo se usa la escritura de los números en letras?
El uso del 252 en formato de texto dependerá de la tipología del contenido:
- En los textos que sean de carácter científico o técnico, se recomienda el uso de cifras por el hecho de que es mas claro y conciso, por poner un ejemplo el 252.
- En los textos literarios, las reglas ortográficas recomiendan emplear letras, en un caso así «Doscientos cincuenta y dos», para aquellas cantidades con un valor igual o inferior a 100, los números que se escriben con una sola palabra y los números redondos que se expresen en dos palabras
Se debe tomar en consideración que estas son recomendaciones de escritura, sin embargo, lo esencial es que exista una homogeneidad en la forma en la que se redacte un texto con las distintas cifras que se vayan a utilizar.
¿Hay otra forma de redactar el número 252 en letras?
No, la única forma adecuada de escritura de este número impar va a ser Doscientos cincuenta y dos. Esto es, no existen múltiples formas de transcribir o pronunciar esta cifra.
No obstante, a veces puede tergiversarse el interrogante de «¿De qué forma redactar el número 252 en letras?» dando por defecto como contestación la manera en la qué se debe redactar el número usando las letras, y realmente lo que se desee conocer es la forma en la qué escribe el 252 en nomenclatura romana.
Al redactar un valor usando números romanos se hace uso de letras. Por consiguiente, en un caso así para escribe en nomenclatura romana el 252 se va a deber emplear el símbolo o símbolos DCXXIII, ya que esta combinación de caracteres equivalen a Doscientos cincuenta y dos en numerología romana.
Trucos para saber como se escribe el número 252 en letras:
Los números cardinales:
Cuando escribimos una obra literaria o un texto no técnico, la R.A.E. nos recomienda que escribamos los números cardinales con letras, a no ser que se trate de un número muy complejo. O sea, se van a escribir con letras aquellos números que puedan expresarse en 3 palabras o menos:
María tiene cuarenta años, ha escrito cuatro novelas y es profesora. En su clase hay treinta y tres pupilos, a los que les ha dicho un millón de veces que tienen que portarse bien.
Por otro lado, cuando el número a redactar es más largo o complejo, se va a escribir con cifras:
María vive en un pueblo de 25 957 habitantes y cobra 1859 euros al mes.
OJO: no sé si os habéis fijado, mas los números del último ejemplo no llevan un punto o una coma apartando los millares (25.957 o 1.859). Sé que resulta extraño, mas la nueva normativa de la R.A.E. afirma que los números de cuatro cifras NO van a llevar separación (mil ochocientos cincuenta y nueve) y los números de cinco cifras o más NO van a llevar ni puntos ni comas, sino una separación (veinticinco 957 o 1 trescientos cuarenta y tres trescientos noventa y dos).
Siempre con cifras:
Existen algunos casos en los que siempre hay que redactar en cifra y no en letra, como el caso de los porcentajes superiores a diez:
El seis por ciento de los niños no ha traído los deberes.
Otra salvedad que se escribe siempre y en toda circunstancia con una cantidad es la de los números que van tras el sustantivo al que se refieren:
María va por la página 3 del libro y duerme en la habitación 130 del hotel.
El 94 por ciento de los pequeños ha traído los deberes hechos.
Los porcentajes menores pueden escribirse con letras o con números, conforme prefiera el escritor, siendo siempre y en toda circunstancia más recomenrable para una novela la escritura en letras:
Mezcla de cifras y letras:
La R.A.E. nos recomienda que, cuando menos en la escritura de ficción (novela, relato, etc.), intentemos NO mezclar en un mismo enunciado cifras por un lado y números escritos con letra por otro. Es decir, que si tenemos en exactamente el mismo parágrafo o en dos párrafos próximos un número sencillo y otro complejo, es mejor escribirlo todo con números:
María tiene 40 años, ha escrito 4 novelas y cobra 1859 euros al mes.
Los ordinales:
Por último, me gustaría hacer mención a los ordinales, que en una obra literaria se escribirán siempre con letras:
María vive en un primer piso y escribe su quinta novela.
Las horas:
En textos literarios, es mejor que procuremos redactar siempre la hora con letras:
María salió del trabajo a las cinco menos diez pues había q\\uedado con Pedro a las cinco y cuarto.
Las fechas:
Lo normal, aun para obras literarias, es escribirlas con cifras de la siguiente manera:
“María nació el 21 de Septiembre de 1985.
OJO: el año va sin punto de separación, como vimos antes que se hacía para la representación de los números de 4 cifras.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.