Escribir números no siempre es fácil, pues algunos siguen reglas de escritura distintas a otros, confundiéndonos muchas veces. En este artículo abordaremos un caso particular de escritura numérica, mostrándote cómo se escribe: venticinco o veinticinco.
Algunos ejemplos de dudas sobre la escritura de números son novecientos o nuevecientos, trecientos o trescientos y docientos o doscientos, entre otros.
La palabra ‘venticinco‘ no es reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE)por lo que no está correctamente escrita.
La palabra ‘veinticinco‘ sí existe en el español y es la forma correcta de escribir la palabra, refiriéndose al número 25:
- Hay veinticinco alumnos en este curso.
- Veinticinco países adhirieron a la firma del tratado nuclear.
También te será útil saber que el número ordinal que corresponde a veinticinco (25) es vigésimo quinto:
- Pedro es el vigésimo quinto de la lista.
Cómo se dice veinticinco en otros idiomas
Para que puedas expresarte bien en los números cuando viajes, te contamos cómo se traduce veinticinco en otras lenguas:
- Cómo se dice veinticinco en inglés: twenty-five
- Cómo se dice veinticinco en francés: vingt-cinq
- Cómo se dice veinticinco en italiano: venticinque
- Cómo se dice veinticinco en portugués: vinte e cinco
- Cómo se dice veinticinco en catalán: vint-i-cinc
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.