Veinticinco es la forma adecuada de escribir 25 en letras. La forma veinte y cinco, separada, es incorrecta y debe evitarse.
Veinticinco es la suma de veinte y cinco; es el número natural que sigue al veinticuatro y precede al veintiséis. Su ordinal es el vigésimo quinto.
Por ejemplo:
- A los veinticinco años ya puedes comenzar a escribir tu primera novela.
- Tienes veinticinco correos sin leer.
- Veinticinco es la cuarta parte de cien.
- Necesitas veinticinco votos para lograr el consenso.
Los números entre veintiuno y veintinueve, que se forman gracias a la unión o yuxtaposición de números cardinales simples, deben escribirse en una sola palabra como, por ejemplo, veintidós, veintitrés, veinticuatro, etc.
Por otro lado, es conveniente advertir la incorrección de reducir el diptongo -ei- de veinticinco en -e-, tanto en el habla como en la escritura, de modo que deberemos evitar decir o escribir venticinco.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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