Veintiuno o veintiún son las formas en que podemos escribir el número natural 21 en letras. Veinte y uno es una forma compleja que es conveniente evitar.
Veintiuno es la suma de veinte más uno; es el número que sigue al veinte y precede al veintidós. Su ordinal correspondiente es vigésimo primero.
Por ejemplo:
- Era un país del siglo veintiuno anclado políticamente en el siglo diecinueve.
- A las veintiuna horas es la función de teatro.
Veintiún, por su parte, es la forma apocopada del veintiuno, y suele usarse cuando veintiuno aparece antepuesto a un sustantivo masculino.
Por ejemplo:
- Compró veintiún kilos de harina.
- El mes pasado cumplí veintiún años.
Es importante recordar que los números entre veintiuno y veintinueve, que se forman por unión o yuxtaposición de números cardinales simples, se escriben en una sola palabra: veintidós, veintitrés, veinticuatro, etc.
Por otro lado, conviene advertir que no es correcto reducir el diptongo -ei- de veintiuno en -e-, ni en la grafía ni en la pronunciación. Así, será incorrecto decir o escribir ventiuno.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.