Coger es la forma correcta de escribir esta palabra. En cambio, cojer es una incorrección ortográfica que es conveniente evitar.
La confusión entre la j y la g (antes de la e y la i) es común a la hora de escribir, puesto que su pronunciación es exactamente igual en el habla.
Coger es un verbo puede utilizarse con el sentido de asir o agarrar, de recoger o recolectar, de descubrir un engaño o secreto, de captar una emisión de radio o televisión, de tomar u ocupar un sitio o posición, de tomar o adquirir algo, de entender o comprender una cosa, o de hallar o encontrar a alguien algo, entre otras cosas.
Por ejemplo:
- El refrán dice que hay que coger al toro por los cuernos.
- Los labradores están cogiendo la cosecha.
- A Hugo lo cogieron; había defraudado a hacienda.
- Si mueves la antena en esa dirección, podemos coger la emisión.
- Iba a sentarme allí, pero el lugar ya estaba cogido.
- Por fin pudimos coger un respiro.
- El profesor lo volvió a explicar y finalmente lo he cogido.
- No entres sin avisar. ¡Me has cogido desprevenido!
El verbo coger, por otro lado, puede presentar en algunas de sus formas personales una j en lugar de una g. Tal es el caso de la primera persona de presente en modo indicativo:
- Yo cojo.
- Tú coges.
- Vos cogés
- Usted coge.
- Él/ella coge.
- Nosotros cogemos.
- Vosotros cogéis.
- Ustedes cogen.
- Ellos/ellas cogen.
O del presente de modo subjuntivo:
- Yo coja.
- Tú/vos cojas.
- Usted coja.
- Él/ella coja.
- Nosotros cojamos.
- Vosotros cojáis.
- Ustedes cojan.
- Ellos/ellas cojan.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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