Barón es un título nobiliario y también puede designar a un hombre de gran poder o influencia. Un varón, por su parte, es un ser humano de sexo masculino.
Como tal, son palabras homófonas. Esto significa que, pese a que suenan igual, no significan las mismas cosas. Por ello, a continuación te ofrecemos algunos datos para saber distinguirlas.
Cuándo usar barón
Barón es el nombre de un título nobiliario típico de Europa que es otorgado por el rey a los miembros de la alta aristocracia. También puede usarse para hacer referencia a una persona cuya influencia y poder dentro de una organización le otorgan cierta relevancia. En España es usual, sobre todo, en el ámbito de la política.
Por ejemplo:
- El barón ha solicitado una audiencia con Su Majestad.
- Se había convertido, en pocos años, en un barón en el ramo de los medias.
- González era reconocido como el barón de la socialdemocracia.
Cuándo usar varón
Un varón es un macho humano, es decir, una persona de sexo masculino. También se llama varón a un hombre en edad viril, o a un hombre muy respetado o considerado como una autoridad. Asimismo, en náutica se denomina varón a cada uno de los cabos que, por un extremo, se hacen firmes en la pala del timón, mientras que, por otro lado, se sujetan a los costados de la embarcación, y que sirven para asegurar el timón. Hoy en día, el uso de esta última acepción es bastante rara.
Por ejemplo:
- El niño es varón.
- Usted se ha portado como todo un varón.
- González es el varón de esta comunidad.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.