La forma correcta en que debe escribirse es al revés, en dos palabras. Es incorrecto escribir alrevés.
Al revés significa ‘al contrario’, ‘a la espalda’ o ‘a la vuelta’. Se refiere a algo que está invertido, que está puesto al contrario del orden regular. En algunos casos, puede, incluso, usarse como sinónimo para ‘de revés’.
Por ejemplo:
- Has hecho todo al revés de como te indiqué.
- Propongo que pongamos el colchón al revés.
- En Inglaterra, se conduce por el lado derecho, al revés de nuestros países, en que se conduce por la izquierda.
- Había leído al derecho y al revés la novela de James Joyce y aún no la comprendía.
- La palabra “reconocer” se lee igual al revés.
Al revés es una locución, es decir, un grupo de palabras que se ha fijado como unidad con significado propio.
Gramaticalmente, desempeña la misma función que un adverbio. Pertenece, entonces, al grupo de las locuciones adverbiales.
La locución está formada por al, contracción de la preposición a y el artículo el, y el sustantivo revés, en su acepción de ‘espalda’ o ‘parte opuesta o contraria de algo’.
Esta misma estructura forma otras locuciones adverbiales como, por ejemplo: al derecho, al alza, al final, al tiro.
Cabe destacar que la palabra revés no cambia su forma al integrarse en la locución, por lo cual otras grafías, como alrevez o al revez son incorrectas, y constituyen un error ortográfico.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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